lunes, 14 de noviembre de 2016

Pronunciamiento fallido del Cuartel de San Gil (verano de 1866)


¡¡Hola a todos!! Estamos viendo en clase el reinado de Isabel II de Borbón. Estamos acabando el tema y estudiando las causas del final de la monarquía en España y el advenimiento de la dinastía de Saboya, primero, y la primera república (11 de febrero de 1873) después.
Al final del verano de 1866 se firmó el Pacto de Ostende (entre el partido demócrata y el progresista, después, en 1868, también se uniría la Unión Liberal. El pacto tenía como objetivo derrocar a la reina Isabel II). Pero ¿qué pasó aquel verano? ¿qué hizo que una institución, como la monarquía, que llevaba en España desde el siglo VII fuera derrumbada? Fueron muchos los factores, pero en este post voy a hablar del pronunciamiento fallido del cuartel de San Gil, situado entonces en la actual plaza de España de Madrid (lugar que visitaremos en el viaje que tenemos proyectado para el mes de febrero).

Solar que ocupaba enteramente el Cuartel de San Gil, en la Plaza de España de Madrid

“Madrid era un infierno” dijo Benito Pérez Galdós, recién llegado a Madrid desde su tierra canaria, sobre el pronunciamiento en el verano de 1866 del Cuartel de San Gil, situado en el centro de la Plaza de España, donde ahora están los jardines del monumento a Miguel de Cervantes.

Muy mal tenían que estar las cosas para decir lo que dijo. Lo estaban, ciertamente, a tenor de la Matanza de San Daniel, el 10 de abril de 1865, la primera huelga estudiantil de la historia española, en la que murieron 14 personas y hubo más de 100 heridos. Los manifestantes estaban en desacuerdo con la expulsión de la universidad del catedrático Emilio Castelar, que unos días antes había escrito unos artículos contrarios a la reina Isabel II. A los estudiantes se les unieron los progresistas y demócratas contrarios al gobierno moderado de Narváez. Los hechos ocurrieron en la muy conocida por todos Puerta del Sol (que también visitaremos en el viaje).
Pues bien, un año después Madrid se volvió a revolucionar. Fue el  22 de junio de 1866, otra página negra, casi insólita, del reinado convulso de Isabel II, que acabó en 200 muertos, cientos de heridos, y 66 sargentos fusilados ante los muros de la plaza de toros, entre los días 25 y 30 de junio.  Aquel día, un testigo de excepción, Benito Pérez Galdós, vio el infierno de Madrid “entre despojos de la hecatombe y el rastro sangriento de la revolución vencida”.

Aquellos hechos pusieron de manifiesto la crueldad del sistema gubernativo para atajar los pronunciamientos, tantos como hubo, desbaratados siempre hasta el definitivo de 1868, que unas veces acabaron en destierros y exilios temporales, y otras, las más, en cárceles y fusilamientos. Mientras, los otros, los del poder que sostuvo el régimen, intentaron enderezar la situación eliminando opositores, periódicos y suprimiendo derechos. 

Benito Pérez Galdós: “Desde la casa de huéspedes de la calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, puede apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Madrid era un infierno. A la caída de la tarde, cuando pudimos salir de casa, vimos los despojos de la hecatombe y el rastro sangriento de la revolución vencida. Como espectáculo tristísimo, el más trágico y siniestro que había visto en mi vida, mencionaré el paso de los sargentos de artillería llevados al patíbulo en coche, de dos en dos por la calle Alcalá arriba, para fusilarlos en las tapias de la antigua plaza de toros.” Galdós vivía en la calle que cita, desde donde vio pasar el cortejo de los sargentos, llevados de dos en dos en simones.
La sublevación fue un motín militar contra el régimen de Isabel II, alentado por los partidos progresista y demócrata con la figura del general Prim en todo lo alto, dando órdenes desde Hendaya, al lado de la frontera española, en lugar seguro mientras no viese las cosas claras en Madrid.

Se eligió un cuartel de la capital desde el que desencadenar el pronunciamiento, y se pensó en el de San Gil por el grado de descontento que venían padeciendo los suboficiales; una mayoría de sargentos a los que las nuevas disposiciones les impedía ascender en plazos razonables. No importa ahora las razones. Los planes se trazaron con todo el rigor que requería el levantamiento militar.


Esta foto corresponde al exterior del Cuartel de San Gil, donde se ven varios cañones de gran alcance. La foto figura hecha en 1866.
Dueños del Cuartel de San Gil, los sargentos sacaron una treintena de cañones, además de movilizar a unos mil doscientos soldados de la guarnición. Todos se dirigieron por Leganitos y Preciados hacia la Puerta del Sol. Mucha gente civil se les unió en el camino. Era media mañana cuando empezaron a oírse los primeros disparos desde Preciados hacia Sol. La lucha por Madrid duró todo el día. El pánico de la gente civil debió de ser inimaginable. Muchos huirían de la ciudad a los pueblos limítrofes. Pero todo empezó a ir de mal en peor.
Los sargentos no habían conseguido obtener el apoyo esperado de otros cuarteles, no quedándoles más salida que replegarse hacia San Gil y allí hacerse fuertes hasta rendirse o morir. Soluciones de otra parte ya no iban a llegar. El cuartel fue asaltado el día 23 a cañonazos y por fuerzas al mando del general Francisco Serrano, que sofocó el motín entre más muertos y detenidos. Se habló de cientos. El cuartel quedó totalmente destrozado. Serrano logró apresar a 66 sargentos insurrectos, que fueron juzgados en tres días. Entre el 25 y el 30 fueron pasados por las armas. Un tiempo después, el duro general Serrano volvería, pero en esa ocasión para luchar contra el régimen de Isabel II. Asombroso.


Lo sargentos que se rebelaron, 66, acabaron todos fusilados.



Un saludo, nos vemos mañana...
Victoria

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